Los niños y las niñas tienen en su interior toda la capacidad creadora intacta

En cuanto se les facilita un entorno amoroso acorde con sus ritmos, donde los caminos estén abiertos, donde no hay una única respuesta válida sino múltiples, donde equivocarse es la llave para abrir nuevas posibilidades insospechadas y probar otras rutas. Incluso, llegando más lejos, donde es imposible errar porque todos los procesos que brotan desde en interior son válidos. Las pinturas, los papeles de colores, la maravillosa goma de borrar, las tijeras… abren un campo de experimentación alineado con los niños y las niñas (y con las personas adultas).

Amar de manera incondicional a tu hijo, a tu hija, a cualquier menor que tengamos la suerte de criar o cuidar. Confiando en que todo lo que aportan es valioso porque viene de su esencia única maravillosa, diferente en cada ser.

¿Y cómo podemos ayudar desde nuestra posición de madres y de padres a su potenciar su creatividad? Ofreciendo cosas sencillas y fundamentales, como:

  • Nuestra compañía y nuestra presencia. Acompañar, evitar los juicios, no dar respuestas.
  • Un espacio y un tiempo en el que crear.
  • El material artístico que tengáis en casa. El papel que haya, las pinturas que haya. Menos es más. Ningún modelo, sólo colores, formas. Que empiecen a construir o a crear desde su interior.

Evitar contestar sobre qué hacer es muy difícil y muy necesario. Si cada vez que no saben qué hacer les damos la respuesta, ¿cómo van a adquirir la costumbre de pensar, de preguntarse qué es lo que les gusta de verdad, después de haberse aburrido el tiempo suficiente?

Aburrirnos lo suficiente como para poder escuchar la respuesta interna de qué queremos hacer de verdad. 

Es difícil parar el impulso resolutivo. En épocas de estrés, yo misma me tengo que recordar que es mi hijo quien tiene que ocuparse de sus cosas, aunque yo lo haga más rápido, más limpio. Responder: «No lo sé, vamos a buscar juntos/as», «¿qué se te ocurre a ti?», «vamos a pensar algo«. «Esto no ha funcionado, busquemos otras posibilidades«. Dejar tiempo para que la respuesta surja de nuestro hijo, de nuestra hija.

Cada año de docencia me siguen sorprendiendo las soluciones creativas que aportan si se les deja tiempo en un espacio amoroso. Si dejamos que sean los niños y las niñas quienes lleven el protagonismo en sus procesos creativos, en ese rato que es totalmente suyo. La persona adulta, convertida en un canal, en un ayudante de lo que los y las peques imaginan pero que aún no pueden hacer desde su destreza actual (cortar con cutter un cartón de la manera que han pensado, unir dos partes que quieren que además se muevan, etc. ) Estar disponible a lo que se plantee allí, a lo que surja.

Darles tiempo, multiplicar los minutos en un estado de presencia consciente, de aquí y ahora. Podemos recordar nuestra infancia observando y respetando sin interferir cuando nuestra hija, nuestro hijo, ha entrado en el flujo creativo: está tan absorto/a en lo que hace, tan concentrado, que parece que el tiempo de detiene y vive en un presente eterno. Traen la capacidad de concentración, el mindfullness, de nacimiento, y es después, con tantas prisas, interrupciones e interferencias, cuando lo van perdiendo, como un árbol en otoño.

Cuando veas a tu hijo, a tu hija, fluyendo, totalmente absorto/a es mejor pararte a tu vez y no hacer nada, no decir nada que interrumpa el proceso. Pararnos también nosotras, la locomotora a la que nos subimos en nuestro día a día.

Abstenernos de cualquier palabra o acto que rompa la magia. El tiempo de fluir es sagrado, una maravilla humana.

Podemos aprovechar este rato de silencio estando presentes para preguntarnos qué nos sucede cuando dejamos la acción para pasar a la receptividad. ¿Cómo es nuestra relación con el vacío, con el no hacer, con el silencio? ¿Cuánto tiempo hace que no nos paramos, que no tenemos una actividad en la que nos podamos sumergir y salir renovadas, donde el tiempo se para?

Nuestros hijos, nuestras hijas, nos sirven de espejos en los que nos reflejamos. En ocasiones, esa imagen nos gusta más y en otras menos. Este sería el momento de actuar. Podemos reconciliarnos con nuestra propia infancia volviendo a mancharnos las manos de colores. Amasar cerrando los ojos nos conduce a la infancia temprana, cuando aún no existían las prisas ni las obligaciones.

Tal vez sea un momento perfecto para volver a manchar de colores nuestras propias manos. 

Creatividad y Educación Emocional

Sormena eta emozionaleko hezkuntza

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